viernes, 29 de marzo de 2024

Cincuenta años de una catástrofe

HISTORIA  |  11 octubre 2017 09:57

Javier Viera

La isla de Gran Canaria se despertaba el 12 de octubre de 1967 con el rugido de los motores. Las ‘XII Horas Automovilísticas Islas Afortunadas’ iban a congregar a miles de personas en un trazado dibujado entre Escaleritas y la Feria del Atlántico. Cinco kilómetros de recorrido con 34 equipos inscritos.

El automovilismo insular llegaba a esta jornada después de una quincena de años en los que había subido como la espuma. En 1954 el Rallye Isla de Gran Canaria encendió la llama que hoy le permite ser el decano a nivel nacional, el tinerfeño Chicho Reyes había disputado ya el Rallye de Monte Carlo y, el hoy denominado Rallye Vinho da Madeira, comenzó a recibir las primeras participaciones internacionales de los canarios. Con paso firme, la especialidad se asentaba en las islas.

Las ‘XII Horas Automovilísticas Islas Afortunadas’ estaban organizadas por el Real Automóvil Club de Gran Canaria. El día elegido era el de la festividad nacional que, como hoy, en 1967 coincidía con el mismo día de la semana: un inusual jueves. Un total de 34 equipos estaban inscritos en una cita que se iba a disputar entre las siete de la mañana y las siete de la tarde.

La desgracia
Mediada la carrera, el Alfa Romeo número 21 pilotado por Raúl Sánchez se salía del trazado después de perder el control. En su destino impactaba con una masa de espectadores que estaban cercanos al trazado. Después de esquivar a un menor que incompresiblemente cruzaba por el circuito, la alarma se extendió por toda la isla.

Cinco espectadores fallecieron prácticamente al instante, sumándose otro con posterioridad. Entre ellos se encontraba algún menor de edad. Otros muchos resultaron heridos de diversa consideración. El piloto, de origen cubano y con 41 años de edad en aquel momento, sólo sufrió algunos rasguños. Los medios de la época cifraron en 140 km/h la velocidad a la que el Alfa Romeo se salió de la pista.

El efecto y trascendencia que tuvo ese trágico accidente lo pagó la actividad deportiva. Desde las más altas instancias se prohibió su práctica; el automovilismo quedó sesgado y sumido en un túnel sin salida aparente. Se prohibieron tajantemente todas las competiciones del mundo del motor en la isla de Gran Canaria.

Unos años después, un grupo de entusiastas y valientes dio forma a la Escudería Drago. Desde comienzos de la década de los 70 el talante y la esperanza eran bien diferentes. En 1971 se constituyó un club hoy recuperado y, en los primeros compases de 1972, los motores volvieron a rugir de manera ‘oficial’. La Subida de Juncalillo de ese año, celebrada en febrero, fue un punto de partida que hoy sigue escribiendo páginas y más páginas.

 

Vaya desde aquí nuestro reconocimiento y homenaje a las víctimas directas e indirectas del accidente sucedido en 1967 en las ‘XII Horas Automovilísticas Islas Afortunadas’, así como a los que posteriormente tomaron el testigo en un momento nada fácil.

 

Texto: Javier Viera